Estimulación Temprana para el alma (tercera parte)

Hemos de ser conscientes que el mejor maestro y modelo para nuestros hijos somos nosotros mismos. Nuestras palabras serán escuchadas pero el ejemplo que podamos darles es lo que realmente marcará su vida.

Los primeros en rezar deben ser los padres, al celebrar, al compartir los alimentos, al salir de viaje, en todo momento, enfatizando orar por personas o situaciones concretas. También debemos estar conscientes, que nuestra práctica de fe no debe limitarse a rezar o repetir oraciones, sino, a fomentar un verdadero y cada vez más profundo trato con Dios. Esto debe comenzar cuando el niño entienda el concepto de padre, ya que podrá asociar las cualidades positivas de su padre terrenal con un padre celestial. De igual forma para el acercamiento y conocimiento de María como madre del cielo.

La prueba de esta fuerte incidencia de los padres se puede encontrar al profundizar en la vida de los santos. Tal es el caso de Juan Pablo II, quien decía: “Mi padre era admirable. Los violentos golpes que tuvo que soportar abrieron en él  una profunda espiritualidad, y su dolor se hacía oración. El mero hecho de verle rezando de rodillas tuvo una influencia decisiva en los años de mi juventud”.

Recordemos que el 90% de la vocación de una persona es por influencia de sus padres. Al hablar de vocación, no nos referimos exclusivamente a la vida religiosa, sino a dar respuesta a “esa” llamada que todos tenemos, esa que da sentido a nuestra vida y nos hace felices. Es el mejor regalo que podemos dar a nuestros hijos.

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